Cualquiera que haya observado la estela de condensación de un avión, la linea regular de vapor que deja cuando vuela a cierta altitud, sabe que los aviones producen sus propias nubes. Con menor frecuencia, las aeronaves crean también agujeros , como el que se distingue en esta imagen tomada en la Antártida, o trazan largos canales en nubes naturales ya existentes. Estas formaciones surgen como consecuencia del fuerte enfriamiento del flujo de aire sobre la hélice de un avión ordinario o sobre el ala de un avión a reacción. Un estudio publicado hace poco en la revista Science indica que este efecto puede provocar la congelación espontánea de las pequeñas gotas de agua que hay en la nube y estimular las precipitaciones. El fenómeno requiere unas condiciones particulares en las nubes y resulta improbable percibirlo a gran escala, aunque podría alterar el tiempo atmosférico de las zonas próximas a los aeropuertos.
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