En plena era de la información, los empleados de la Oficina de Estadísticas Laborales de EE.UU. aún continuan llamando por teléfono para averiguar cuánto cobra un dentista y siguen visitando los comercios para tomar nota de los precios. Al final, los datos son precisos, pero se tarda en torno a un mes en recopilarlos y analizarlos. A fin de acelerar el proceso, un grupo de economistas del MIT de Massachusetts han creado el proyecto de los “mil millones de precios” (bpp.mit.edu): se trata de un soporte lógico que indexa páginas web y rastrea los precios de más de 5 millones de productos en algo más de 70 países. Gracias a ello se obtienen tasas de inflación en tiempo real.
No se pretende con ello substituir a las estadísticas oficiales ya que no se incluyen precios de servicios inaccesibles a través de internet, como visitas a la peluquería o el dentista. No obstante, como prueba de su utilidad, el gobierno de Chile utilizó estos datos tras el terremoto para controlar los precios de la comida y detectar cualquier brusco aumento injustificado.